El Origen de la vida

Cuando se hace la pregunta: "¿de dónde viene la vida?", hay dos categorías de respuestas posibles.
1. Las respuestas acientíficas consisten en decir que, en un momento dado del pasado, un ser de una naturaleza diferente a la naturaleza material creó y organizó esta naturaleza según unas pautas predeterminadas.
Tales respuestas han adoptado formas muy variadas y constituyen creencias, a veces muy poéticas, pero sin relación con la investigación científica que ahora nos ocupa.
2. Las respuestas científicas pueden dividirse, a su vez, en dos categorías (por lo menos, en el estado actual de nuestros conocimientos).
La vida se formó sobre el planeta Tierra partiendo de la materia inerte.
La vida fue traída a la Tierra desde otro astro perteneciente al sistema solar, o a nuestro universo (Galaxia), o bien a universos extragalácticos.
Esta última respuesta (nos tememos que muy hipotética) debe ser descartada por varias razones. La principal de ellas es la siguiente: si se supone que la vida nació en otro astro y que unos seres vivientes, incluso tan rudimentarios como las bacterias, vinieron desde ese astro a la Tierra en una época muy antigua, transportados por meteoritos, parece muy difícil pensar que esos seres vivientes hubieran podido soportar los intensos rayos ultravioleta antes de penetrar en la atmósfera terrestre, y el calentamiento que representa el paso por la atmósfera.
Además, aunque ello hubiese ocurrido, la hipótesis de ese transporte de materia viviente no resolvería el problema, sino que lo desplazaría, pues entonces habría que hacerse esta pregunta: ¿cómo apareció la vida en ese astro lejano antes de manifestarse en la Tierra?
Finalmente -y éste es un punto de vista científico sumamente defendible-, cabe proponer (tímidamente) otras explicaciones, que no recurren a los seres vivientes extraterrestres y se basan en argumentos opuestos a la hipótesis astrofísica. Ésta es altamente improbable -habida cuenta de todo lo que actualmente se sabe-, pero no es inconcebible teóricamente, por lo que la sostienen algunos científicos imaginativos en nuestros días.
Así pues, queda por explicar cómo la materia inerte pudo dar origen, en un momento dado, a la materia viviente.


Las leyes de la evolución
Gracias a la paleontología se pueden poner en claro las leyes de la evolución, al menos tal como se han realizado en el pasado.
A decir verdad, cuando se examinan las cosas de cerca, esas leyes no son siempre evidentes, y se tropieza con numerosas contradicciones cuando se observa algún que otro grupo de fósiles.
Realmente, más que leyes, serían una serie de reglas que indican el camino seguido por la evolución de los diferentes organismos, pero que muchos de éstos se han saltado en un momento u otro.
La evolución no siempre parece haberse desarrollado armoniosamente, y, si en su conjunto es progresiva (complejidad creciente, especialización cada vez más marcada), presenta a veces, sin embargo, un aspecto regresivo.
Ejemplo: la reducción y la desaparición de los dedos en el caballo.
No obstante, se han conseguido explicar muchas de las «extravagancias» evolutivas, y, en conjunto, se pueden retener las leyes siguientes, tal como P.P. Grassé las resume en L'Évolution, faits, expériences, théories (Biologie générale).
Quedan por decir algunas cosas acerca del ritmo de la evolución.
En efecto, los diversos grupos de animales y de vegetales han evolucionado según unas velocidades muy desiguales.
Algunas especies, particularmente estables, apenas han variado desde la era primaria, es decir, desde hace casi 500 millones de años.
Tal es el caso de moluscos como los Neopilina, Trochus, Leda, y Nautilus, muy poco diferentes de sus antepasados (que vivían en el carbonífero); de algunos insectos como la
libélula Epiophlebia (Himalaya, Japón), que no ha variado desde el secundario, o de las cucarachas, invariables desde el terciario.
También existen reliquias de éste género en los vertebrados (celacanto), algunos tiburones, el reptil Sphenodon, mamíferos como los oposum, el okapi y los tarsios. Otras especies han variado muy rápidamente.
Entre los primeros homínidos (cuya fecha de aparición sobre la Tierra es de, aproximadamente, dos o tres millones de años antes del presente) y el Homo sapiens, hubo, como mucho, unas 80.000 generaciones, lo cual es, en el plano de la evolución, extremadamente rápido, si se piensa que algunas bacterias son idénticas a sí mismas desde varios millones de generaciones.