¿Por qué suenan las articulaciones?

¿Por qué ocurre esto?
Sin dar ninguna importancia, pero pueden producir ruidos las articulaciones, tendones, ligamentos...

Las articulaciones tienen un fluido protector llamado
 líquido sinovial que reduce la fricción entre los cartílagos y otros tejidos en las articulaciones para lubricarlas y acolcharlas durante el movimiento.

Las articulaciones sinoviales están rodeadas por una cápsula articular que encierra a la cavidad sinovial y une a los huesos de la articulación.
Al mover la articulación, esta cápsula se estira y, para lograr un espacio más amplio sobre el que estirarse, liberan los gases del fluido. Esto es lo que produce el ruido característico de estas articulaciones.

Los tendones que mantienen a los músculos y los huesos unidos y los ligamentos que conservan los huesos unidos entre sí, en ocasiones, se salen de su sitio, lo cual también produce sonidos.




Nataraja (‘el rey de la danza’)



Nataraja (‘el rey de la danza’) es un nombre sánscrito del dios hindú Sivá en tanto realizador de la frenética danza (tándava) para destruir el universo y prepararlo para que el dios Brahmá de cuatro cabezas inicie el proceso de la recreación.

Etimología: ‘rey de la danza’
nata: ‘baile’
rash: ‘rey’.

La forma más conocida de representación de Natarash es mediante una estatua, la encontrada en Tillai, nombre tradicional del municipio de Chidambaram. También es conocido como "Sabesan" que es la contracción de «sabayil aadum eesan» que en tamil significa ‘el señor que danza’. Es la forma más común de representar a Sivá en el sur de la India, y es la más famosa deidad del templo de Chidambaram.

La danza de Shivá se plantea como un baile de destrucción. Según la leyenda, algunos enemigos deseaban destruir a Shivá. Enviaron un enano (considerado por los hinduistas como seres demoníacos o la encarnación del mal) llamado el diablo del olvido. Para combatirlo, Shivá inició su danza cósmica, subyugando al demonio y liberando al mundo. Shivá salta sobre el enano y le aplasta la espalda con un pie.


La figura de Natarash lo muestra con cuatro brazos, dentro de un círculo de llamas y bailando sobre un enano (símbolo de la ignorancia humana). La figura del Natarash muestra a Sivá como la fuente del movimiento dentro del cosmos, representado este por el círculo de llamas.

La danza de Shivá está compuesta por la combinación siempre fluyente de sus cinco actividades. El poder de la creación está representado por la mano derecha en alto y el tambor, sobre el cual toca y produce las vibraciones de las que emanan los ritmos y ciclos de la creación. El poder de mantener está representado por la mano derecha de abajo en un gesto de bendecir o indicación de no temer. El poder de destrucción se muestra a través del fuego que sostiene en su mano izquierda elevada en una pose de media luna. El poder de ocultar es aquel que esconde la verdad, permitiendo así el crecimiento y eventual cumplimiento del destino, representado por el pie derecho parado sobre el demonio postrado. El poder de revelar brinda conocimiento y libera el espíritu. Este está representado por el pie izquierdo levantado y la mano izquierda hacia abajo como una trompa de elefante.

Puede llevar en su cabello una sirena, una calavera, una cobra o una luna creciente. Los tres ojos simbolizan el sol, la luna y el fuego o los tres poderes; crear, preservar y destruir. Dos ojos representan el mundo de dualidad mientras que el ojo del medio muestra la visión de no-dualidad. Su sonrisa indica una transcendencia imperturbable.




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Rectificación cervical

Lordosis cervical

Es la curva que presentan las vértebras cervicales (Fig. 2.1) cuando son vistas de perfil (plano sagital) y la pérdida de esa curvatura se denomina rectificación.




Lordosis cervical.

La lordosis cervical es el resultado de la forma de cuña que tienen los discos intervertebrales cervicales. La altura anterior de los discos cervicales es aproximadamente un 40% más que la altura de los discos en la parte posterior. La rectificación de la lordosis cervical es la pérdida de esa curvatura cervical.

Las cervicales han sido diseñadas para aguantar la carga del cráneo, mantener su centro de gravedad en equilibrio sobre los hombros, y ayudar a amortiguar esa carga. De manera que si rectifica esa curva podemos esperar que el centro de gravedad de la cabeza se desplace hacia delante (Fig. 2.2) con lo que la carga “efectiva” que tiene que soportar la musculatura y demás estructuras cervicales aumentará un 100% por cada 2.5 cm. de desplazamiento anterior (1, 2

Aumento de la carga sobre las cervicales por desplazamiento anterior de la cabeza.


Esto produce una sobrecarga muscular y articular que contribuye a la causa de problemas mecánicos cervicales (e incluso dorsales) tales como los dolores de cabeza de origen cervical, en cuyos sufridores se ha podido constatar estadísticamente una disminución media de la lordosis cervical (3). También contribuye al desgaste prematuro de las articulaciones cervicales por el efecto de microtraumatismos a lo largo del tiempo, por el alterado reparto de pesos y la pérdida de eficacia en la capacidad de las cervicales para amortiguar esa carga. Así pues, es común encontrar artrosis prematura especialmente en los discos cervicales inferiores en los individuos con rectificación de su lordosis cervical (Fig. 2.3-C). De hecho, se ha podido encontrar una mayor incidencia de osteofitos (“picos de loro”) como consecuencia del desgaste articular (artrosis) en las cervicales de aquellos individuos que presentan una disminución de la lordosis cervical (4). Por ello, es muy importante detectar e intentar corregir esa rectificación en la manera de lo posible, antes de que derive en problemas mayores y permanentes.

(A) Lordosis cervical normal, (B) rectificación de la lordosis cervical, (C) rectificación con osteofitos.

La causa de la rectificación suele ser de origen multifactorial, entre los que se encuentran con mayor frecuencia, los esguinces cervicales y malos hábitos posturales. Aunque también puede ser causada por enfermedades reumáticas, escoliosis, malformaciones congénitas como fusión de vértebras congénitas, cirugía cervical, etc.




(1) Metheny E. In: Rasch PJ. Kinesiology and Applied Anatomy: Science of Human Movement, Ed 5. Philadelphia: Lee & Febiger, 1974.



(2) Cailliet R. Neck and Arm Pain. Philadelphia: FA Davis Co., 1981.



(3) Watson DH, Trott PH. Cervical Headache: An investigation of natural head posture and upper cervical flexor muscle performance. Cephalgia 1993; 13: 272- 82.



(4) Gore DR, Sepic SB, Gardner GM. Roentgenographic findings of the cervical spine in asymptomatic people. Spine 1986; 6: 591- 694.


http://www.ellibrodelaespalda.com/lordosis.html





Enfermedades reumáticas

Vivir con una enfermedad reumática manteniendo una terapia adecuada no tiene porque dificultar las actividades cotidianas.


El ejercicio y las enfermedades reumáticas


El ejercicio hecho correctamente, ayuda a disminuir los síntomas de las enfermedades reumáticas.

Evita la rigidez de las articulaciones, mejorando su flexibilidad.

Mantiene tonificados los músculos que rodean las articulaciones.

Mantiene fuertes y sanos los huesos y los cartílagos.

Mejora la alineación articular y el estado físico en general, aliviando el dolor.

Practicando el Método Pilates practicamos el estiramiento y la flexibilidad, además de fomentar el bienestar y la relajación resultando beneficioso para las personas que padecen alguna de estas enfermedades. Una vez pasado el período agudo y la inflamación haya desaparecido, con el Método Pilates trabajaremos la musculatura de manera equilibrada, dándole fuerza y elasticidad, evitando cargas, ayudando a fortalecer poco a poco la musculatura que rodea la zona afectada.


¿Cuántas enfermedades reumáticas existen?


Existen más de doscientas enfermedades reumáticas distintas, entendiendo como tales aquellas que afectan a las distintas estructuras que forman el aparato locomotor, como huesos, músculos y articulaciones.

Dentro de las enfermedades que afectan a las articulaciones, se pueden distinguir a grandes rasgos dos tipos de procesos: la artrosis y la artritis. La artrosis es la enfermedad reumática más frecuente y es propia de personas de edad avanzada, mientras que la artritis, a pesar de ser menos frecuente, puede llegar a ser muy invalidante y afectar a personas de cualquier edad, incluso niños.


¿A qué denominamos artritis?


Artritis significa ‘inflamación de la articulación’. Por tanto, todas las formas de artritis comparten la existencia de un proceso inflamatorio en las articulaciones, que se traduce por la presencia de dolor, hinchazón y diferentes grados de enrojecimiento y aumento del calor de las articulaciones; esta circunstancia concurre con rigidez y dificultad para la realización de determinados movimientos y actividades (lo que denominamos discapacidad). En algunas enfermedades, como sería la artritis reumatoide, la persistencia de esta inflamación comporta a largo plazo la destrucción y deformidad de las articulaciones.

¿Cuántos tipos de artritis existen?


Son diversas las causas que pueden ocasionar en una persona la existencia de artritis:

1. Las artritis infecciosas: algunas bacterias (estafilococo, tuberculosis, brucela) o virus pueden ocasionar una artritis.

2. El depósito de microcristales, como los de ácido úrico (causante de la gota) o de pirofosfato de calcio (causantes de la condrocalcinosis).

3. Las artritis que pueden aparecer en el contexto de otras enfermedades, desde trastornos endocrinos, enfermedades de la sangre, tumores, etc., en general poco frecuentes.

4. Las artritis de causa desconocida, pero de base inmunológica, como la artritis reumatoide, las denominadas espondiloartropatías (donde se incluiría la espondilitis anquilosante o la artritis psoriásica) y las enfermedades autoinmunes sistémicas como el lupus eritematoso sistémico, que puede afectar a muchos órganos y también a las articulaciones. En general, las formas de artritis que suelen ser más frecuentes y ocasionan un mayor grado de discapacidad y, por tanto, tienen mayor relevancia social, son la artritis reumatoide y las espondiloartropatías.


¿Cuál es la forma de artritis más frecuente?


La artritis reumatoide. En nuestro país afecta aproximadamente a una de cada doscientas personas. Puede aparecer a cualquier edad, desde niños muy pequeños hasta personas de edad avanzada, aunque predomina entre los 35-55 años. Es tres veces más frecuente en la mujer que en el hombre.


¿Cuál es la causa de la artritis reumatoide?


Se desconoce su causa, aunque se sabe que existen factores hereditarios y ambientales. No obstante sólo un 3% de los pacientes con artritis reumatoide tiene un familiar de primer grado con la misma enfermedad. Cada vez se conocen mejor los mecanismos implicados en esta forma de artritis, que es consecuencia de una alteración de la respuesta inmune, en la que distintas células y sustancias (entre las que destacan unas proteínas denominadas citocinas) actúan dentro de las articulaciones provocando una inflamación persistente de la membrana sinovial, situada en el interior de la cápsula articular, lo que se conoce como sinovitis. Esta sinovitis se va perpetuando e invade las estructuras vecinas de la articulación, como el cartílago y el hueso adyacente, provocando, a la larga, la destrucción y deformidad de las articulaciones.


¿Qué síntomas produce la artritis?


Las principales manifestaciones clínicas de la enfermedad son el dolor y la tumefacción en las articulaciones. El paciente con artritis reumatoide se queja inicialmente de dolor en diversas articulaciones del cuerpo, especialmente pequeñas articulaciones de manos y muñecas, donde se puede observar ya la presencia de signos inflamatorios cuando se explora al paciente. Es muy característica la presencia de rigidez (dificultad para la realización de movimientos fáciles) por la mañana. La artritis reumatoide es una poliartritis (afectación de múltiples articulaciones), por lo que durante el curso evolutivo puede afectar a prácticamente cualquier articulación del organismo (codos, hombros, caderas, pies, rodillas); sin embargo, en la zona de la columna, únicamente suele afectar a la región cervical. En ocasiones el paciente puede presentar manifestaciones de la dolencia fuera de las articulaciones, como los llamados nódulos reumatoides o complicación con un síndrome de Sjögren, por inflamación y atrofia de glándulas exocrinas, que provocarán sequedad de los ojos y la boca.

¿Se puede curar la artritis reumatoide?


La artritis reumatoide es una enfermedad incurable en el sentido estricto, pero tiene hoy en día un tratamiento muy efectivo. Para que esta eficacia sea máxima es muy importante el diagnóstico precoz e instaurar el tratamiento lo antes posible, antes de que se haya producido la destrucción articular, que es irreversible.


¿Qué tipos de tratamientos existen para la artritis reumatoide?


• Educación sanitaria/terapia física: es importante educar al paciente sobre las características de su enfermedad y evitar hábitos y posturas nocivas que puedan incrementar la deformidad articular. Es fundamental mantener hábitos saludables de vida, como el ejercicio moderado y evitar el tabaquismo.

¿Qué son las espondiloartropatías?


Son un conjunto de enfermedades reumáticas inflamatorias (artritis) distintas de la artritis reumatoide y que comparten algunas características clínicas, evolutivas y genéticas.

Dentro de este grupo se incluyen:

• la espondilitis anquilosante

• la artritis psoriásica

• la artritis de las enfermedades inflamatorias intestinales como la enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa

• las espondiloatropatías juveniles

• las espondiloartropatías indiferenciadas.

A diferencia de la artritis reumatoide, en estas enfermedades la evolución hacia la destrucción articular es menos frecuente y, además de la artritis, es característico que se inflamen las llamadas entesis (zonas de inserción de los tendones y la cápsula en el hueso). Además, suele existir una fuerte predisposición genética en estas enfermedades, que viene determinada por la presencia de un gen del sistema mayor de histocompatibilidad (conjunto de genes que se pueden considerar la base del sistema inmunitario) denominado HLA-B27.


¿A quién afecta la espondilitis anquilosante?


La espondilitis anquilosante afecta a personas jóvenes; la enfermedad suele iniciarse hacia la tercera década de la vida. Es más frecuente en hombres que en mujeres (en una proporción de cuatro o cinco hombres por cada mujer). Su frecuencia en la población general es de dos a cuatro casos por 1.000 habitantes.


¿La espondilitis anquilosante es hereditaria?


La causa de la espondilitis anquilosante es desconocida, pero es frecuente encontrar varios miembros de una misma familia con esta enfermedad. Hoy en día se sabe que esto es debido al gen HLA-B27, presente en más del 90% de los pacientes con espondilitis anquilosante (por sólo el 6% de la población general).


¿A qué articulaciones afecta la espondilitis anquilosante?


La espondilitis afecta principalmente a la columna vertebral y las articulaciones de la pelvis (sacroilíacas). Los primeros síntomas suelen ser la presencia de dolor en las nalgas (muchas veces alternante, en una y otra nalga indistintamente) o en la región lumbar que, de forma muy característica, suele aparecer en reposo, sobre todo por la noche, despertando al paciente y acompañándose de rigidez por la mañana. En algunos pacientes pueden también afectarse otras articulaciones fuera de la columna vertebral, especialmente los miembros inferiores, como rodillas, caderas o pies. También es típica la inflamación del talón de Aquiles.


¿Cómo suele evolucionar la espondilitis anquilosante?


El curso clínico suele ser intermitente con episodios de remisión de los síntomas. En algunos pacientes se producen a lo largo de los años anquilosis y diferentes grados de deformidad de la columna vertebral. Las radiografías sacroilíacas son útiles para realizar el diagnóstico, ya que se observa una sacroileítis bilateral. Las radiografías de columna pueden evidenciar la presencia de unos puentes óseos entre vértebra y vértebra denominados sindesmofitos en los casos de evolución más grave.


¿En qué consiste el tratamiento de la espondilitis anquilosante?


El tratamiento consiste en educación sanitaria, con especial atención a educar y realizar correctamente los movimientos básicos, y terapia física según los casos. 

¿Qué es la artritis psoriásica?


La psoriasis es una enfermedad de la piel que afecta al 2% de la población. Alrededor del 10% de estos pacientes con psoriasis tienen también artritis: la llamada artritis psoriásica. En general la artritis suele aparecer después de que el paciente ha sido diagnosticado de la psoriasis, aunque hasta en un 15% de casos la artritis precede a la aparición de las lesiones en piel. Puede afectar a cualquier edad y es igual de frecuente en hombres que en mujeres. La artritis psoriásica puede manifestarse de diversas maneras, desde una forma similar a la espondilitis anquilosante hasta otra que se asemeja a la artritis reumatoide, pasando por formas con afectación de pocas articulaciones (formas oligoarticulares). El curso es también crónico, con períodos de exacerbación y remisión frecuentes. No existe relación entre la magnitud de las lesiones en la piel y la gravedad de la artritis. Existen algunos casos con formas muy graves, denominadas mutilantes.


¿Qué es la artrosis?


La artrosis se define como la enfermedad reumática caracterizada por la pérdida de cartílago articular, de curso crónico y generalmente progresivo, y que puede ocasionar diferente sintomatología clínica incluyendo dolor, rigidez y deformidad articular, junto con discapacidad manifiesta en los casos más graves o avanzados. Es una de las enfermedades con mayor impacto sobre la salud pública, que provoca un deterioro importante de la calidad de vida de los pacientes que la padecen, y una de las principales causas de invalidez en los países desarrollados.


¿Es una enfermedad de personas mayores?


No exclusivamente, pero su frecuencia se va incrementando a medida que aumenta la edad de la población. Es raro ver un paciente con artrosis antes de los 40 años de edad. La artrosis es la enfermedad reumática más frecuente: se considera que hasta el 70% de la población mayor de 50 años tiene signos de artrosis en las radiografías en alguna localización, aunque no siempre produzca síntomas. En un estudio realizado en España por la Sociedad Española de Reumatología (estudio EPISER) un 10% de los individuos mayores de 20 años presentaba artrosis de rodilla.


¿Qué causa la artrosis?


Como en el caso de la artritis, se desconoce la causa de la artrosis, pero se sabe que existen factores (genéticos, metabólicos, nutricionales, demográficos...) que predisponen a una mayor propensión a la artrosis y, probablemente, factores locales (traumatismos, obesidad, alteraciones ortopédicas, profesión) que cuentan en la gravedad de la enfermedad y en su localización. Por ejemplo, existe un componente hereditario relevante en la artrosis de las manos, mientras que en la de la rodilla es importante la presencia de factores de sobrecarga mecánica, como trastornos ortopédicos previos de la articulación o el sobrepeso. La artrosis no es debida a ciertos tipos de clima ni a componentes de la dieta.


¿Qué se lesiona inicialmente en la artrosis?


El sustrato anatómico de la artrosis es la lesión del cartílago articular. El deterioro del cartílago evoluciona en diferentes fases, desde una primera en que se vuelve frágil y quebradizo, hasta una segunda donde se produce adelgazamiento, y una final en que el cartílago llega a desaparecer totalmente. En esta fase, las superficies óseas de la articulación rozan entre sí y el hueso reacciona y crece en los extremos, lo que origina unas excrecencias denominadas osteofitos que son habitualmente visualizadas en una radiografía. El cartílago ejerce una función primordial para la lubricación y biomecánica de la articulación, por lo que su pérdida produce daños irreparables en la función de las articulaciones afectas.


¿A qué articulaciones afecta con mayor frecuencia la artrosis?


La artrosis puede localizarse en cualquier articulación del organismo aunque por lo general afecta a la columna vertebral (especialmente a la región lumbar y cervical), a pequeñas articulaciones de manos y rodillas y a la base del dedo gordo de los pies. Los pacientes pueden tener una o múltiples localizaciones (poliartrosis). Curiosamente algunas articulaciones se afectan raramente, como el tobillo o la muñeca.


¿Qué síntomas produce la artrosis?


Algunos individuos pueden tener signos radiográficos de artrosis y en cambio no tener síntomas; esto sucede muchas veces en la zona de la columna vertebral. No obstante, el síntoma principal de la artrosis es el dolor: se trata de un dolor mecánico, que aparece cuando se moviliza la articulación o se fuerza, y cede o se calma con el reposo. En general el dolor va empeorando a medida que pasa el día. evolucionados, se observa la deformidad de las articulaciones e incluso una alteración en su alineamiento. Es frecuente también que existan episodios de hinchazón y derrame en las articulaciones. En casos avanzados se produce atrofia de los músculos vecinos, que contribuirá a la discapacidad.


¿Cómo se diagnostica la artrosis?


Debe sospecharse la presencia de artrosis en pacientes, generalmente mayores de 40 años, que tienen dolor crónico de tipo mecánico en articulaciones frecuentemente afectadas por esta enfermedad como rodillas, caderas, región lumbar, cervical, etc. En ocasiones será necesario practicar análisis de sangre para descartar otros procesos reumáticos. La radiografía es imprescindible para confirmar el diagnóstico, ya que los signos radiológicos de la artrosis son muy característicos (osteofitos, disminución del espacio articular articular y aumento de densidad del hueso adyacente).

No existen tratamientos que curen la artrosis. Los objetivos del tratamiento son aliviar el dolor y la rigidez, y mantener o mejorar la función de la articulación afectada. Son importantes las medidas destinadas a evitar la sobrecarga de la articulación, especialmente si están afectadas articulaciones de carga, como cadera, rodilla o región lumbar, evitando por ejemplo la obesidad y los movimientos repetitivos. Un programa de ejercicios bien diseñado puede ser muy útil para el paciente. 


¿Cuál es el impacto de la artrosis sobre la capacidad funcional y calidad de vida de los pacientes?


En un estudio reciente sobre discapacidad en la población española de edad avanzada (mayor de 65 años), la artrosis no sólo era la enfermedad más frecuente (56,8%) sino que dicha población atribuyó a su artrosis el 45% de todas sus discapacidades. La artrosis repercute también de forma desfavorable sobre la calidad de vida de la población. En un reciente estudio holandés realizado en 15.000 pacientes, las enfermedades reumáticas, y entre ellas la artrosis, fueron las que se asociaron a un mayor deterioro de la calidad de vida, seguidas por las gastrointestinales, respiratorias y cardiovasculares. Cabe recordar que hasta una cuarta parte de la población que sufre de artrosis acusa dolor moderado/ intenso de forma persistente.


Glosario

Artritis: del griego arthros, ‘articulación’, e itis, ‘inflamación’. En general, es sinónimo de sinovitis (inflamación de la membrana sinovial de las articulaciones).

Artritis psoriásica: forma de artritis que acompaña a pacientes afectos de psoriasis cutánea.

Artritis reumatoide: poliartritis crónica con tendencia a la destrucción articular de causa desconocida y producida por una alteración del sistema inmunológico. Es la forma de artritis crónica más frecuente.

Artrosis: desgaste de las articulaciones. Son sinónimos: enfermedad degenerativa articular y osteoartritis (término anglosajón para la artrosis).

Condrocalcinosis: presencia de calcificaciones en el cartílago articular o fibrocartílagos debida al depósito de cristales de pirofosfato cálcico.

Condroprotectores: fármacos utilizados en la artrosis con el propósito de proteger el cartílago articular y evitar su desgaste.

Enfermedad reumática: cualquier proceso médico que afecta a las estructuras del aparato locomotor (huesos, articulaciones y músculos). Existen más de doscientas enfermedades reumáticas distintas.

Espondilitis anquilosante: del griego spondylos, ‘vértebra’, y ankylos, ‘rigidez’. Enfermedad reumática caracterizada por la inflamación de las articulaciones sacroilíacas y la columna vertebral. Afecta a personas jóvenes y presenta un marcado componente hereditario.

Espondiloartropatías: término que se utiliza para englobar un conjunto de enfermedades reumáticas inflamatorias que comparten distintas características y que son diferentes de la artritis reumatoide. Entre ellas se incluyen la espondilitis anquilosante y la artritis psoriásica entre otras.

Gota: proceso reumático ocasionado por el depósito en las articulaciones de urato monosódico (ácido úrico). Los pacientes presentan crisis agudas de artritis especialmente en los pies y, en ocasiones, desarrollan una artropatía crónica.

Lupus eritematoso sistémico: prototipo de enfermedad autoinmune sistémica. Puede afectar a diversos órganos y suele evolucionar a brotes.

Nódulo reumatoide: pequeñas tumoraciones subcutáneas que se asientan en superficies de extensión de las articulaciones (preferentemente en los codos) de pacientes con artritis reumatoide.

Síndrome de Sjögren: proceso autoinmune caracterizado por la inflamación y atrofia de glándulas exocrinas (salivales y oculares, entre otras). Puede ser primario o secundario a otros procesos como la artritis reumatoide.


¿Qué es la osteoporosis?


La osteoporosis es una enfermedad generalizada, caracterizada por una masa ósea baja y una disminución de la calidad del hueso, que favorece la fragilidad del esqueleto y aumenta el riesgo de fractura. Se trata de una enfermedad muy frecuente en la población general, que afecta a una de cada tres mujeres posmenopáusicas, pero también a los hombres y a algunas mujeres antes de la menopausia.

La osteoporosis es una enfermedad con una marcada repercusión social y económica debido a su consecuencia clínica: las fracturas. Las fracturas óseas tradicionalmente asociadas a la osteoporosis son las del radio (denominada fractura de Colles), las de las vértebras y las del fémur. Además, también son consecuencia de esta enfermedad otras fracturas óseas menos frecuentes como las de húmero, costillas y pelvis.

La frecuencia de las fracturas por osteoporosis ha ido en aumento en los últimos años y se cree que este incremento será superior en las próximas décadas, debido a la mayor longevidad de la población general. De forma paralela a la percepción sanitaria y social de esta enfermedad, en los últimos años se han realizado numerosos avances en la identificación de los factores de riesgo más importantes para desarrollar una osteoporosis y además se han introducido nuevos fármacos que reducen de forma importante el riesgo de fractura por fragilidad. Estos avances motivan que, hoy en día, la osteoporosis sea una enfermedad que diagnosticada de forma adecuada puede no únicamente prevenirse sino, además, tratarse de forma relativamente efectiva.


¿Cómo son y qué consecuencias tienen las fracturas por osteoporosis?


Al considerar las fracturas por osteoporosis o por fragilidad, es importante destacar los siguientes aspectos:

• Las fracturas de las extremidades se producen tras traumatismos leves como las caídas banales. No se consideran fracturas por osteoporosis las fracturas inducidas por atropello, práctica deportiva, accidente de automóvil o las resultantes de la caída de una altura superior a la de la bipedestación (posición en pie) del individuo.

• Las fracturas vertebrales suelen producirse tras la aplicación de una sobrecarga a la columna vertebral (por ejemplo, por la elevación de un peso excesivo).

• Existe una cierta cronología de las fracturas en la historia natural de la osteoporosis, de tal forma que con frecuencia la primera fractura es la de radio, mientras que la fractura de aparición más tardía suele ser la de fémur, que se presenta en la población octogenaria. La fractura vertebral es la manifestación más frecuente de la osteoporosis. Sin embargo, a menudo pasa inadvertida. Así, aproximadamente sólo un tercio de las fracturas vertebrales son sintomáticas. Cuando ello ocurre, la fractura se manifiesta por un dolor intenso de inicio agudo, que mejora con el reposo y que cede progresivamente en el curso de unas semanas. A partir de entonces, el paciente puede quedar asintomático o con dolor de espalda (raquialgia) que se intensifica o desencadena en función de la postura adoptada. Además, las fracturas vertebrales provocan una reducción de la talla y alteraciones en la forma de la espalda. Así, si las fracturas se localizan en la columna dorsal, se desarrolla una cifosis dorsal (la espalda se curva y redondea) o bien, si la localización de la fractura es en las vértebras lumbares, se rectifica la lordosis lumbar (se pierde la curvatura normal de la región lumbar). El tronco es más corto y hay un cambio en el biotipo, con mayor prominencia del abdomen. No sólo son destacables estas consecuencias clínicas, sino que también se ha descrito una reducción de la supervivencia en los pacientes con fracturas vertebrales. En este sentido, la supervivencia a cinco años es del 84% para las mujeres y del 72% para los varones, aunque se debe considerar que probablemente no sea la fractura vertebral en sí la responsable de la reducción de la supervivencia, sino que es quizás más bien un indicador de enfermedad asociada. Las consecuencias clínicas a medio y a largo plazo de las demás fracturas dependen de su localización. Oscilan desde la ausencia de síntomas residuales a consecuencias muy graves. Así, tras el desarrollo de una fractura costal no suele haber síntomas a medio-largo plazo; tras una fractura de radio existe con frecuencia dolor y limitación funcional temporales debido al desarrollo de una distrofia simpática refleja (trastorno nervioso crónico que se manifiesta con más frecuencia en brazos o piernas tras una lesión más o menos importante). Sin embargo, las consecuencias más relevantes para la salud y la supervivencia ocurren tras la fractura de fémur. Así, tras una rotura de fémur se puede desarrollar una marcada discapacidad que obliga a depender de terceras personas en un 25% de los casos, variando este porcentaje según la edad y el estado general del paciente antes de la fractura. Incluso después de una fractura de fémur hay un aumento de la mortalidad durante el primer año, que se sitúa en un 21% para las mujeres y en un 36% para los varones, por lo que se considera que esta fractura es la más grave por sus consecuencias clínicas y socioeconómicas.


¿Cuál es la frecuencia de osteoporosis y de fracturas por fragilidad en la población española?


Los datos referidos a la osteoporosis en España son escasos, pero todos ellos coinciden en destacar una elevada frecuencia de esta enfermedad en la población. Así, en la actualidad disponemos de datos de frecuencia de osteoporosis determinada por densitometría ósea (técnica que mide la densidad ósea), en una muestra muy amplia de mujeres españolas y de datos de frecuencia de fracturas vertebrales, particularmente en el contexto de estudios en Europa. Según datos de densitometría ósea en mujeres españolas mayores de 50 años, un 26% tenía una osteoporosis en la columna lumbar o en el cuello de fémur. Cuando estos datos se extrapolaron al conjunto de la población femenina española, resultaba que un 13% podía padecer una osteoporosis, lo que, en números absolutos, representa alrededor de dos millones de mujeres. La prevalencia de fracturas óseas vertebrales en España se situó entre un 8% y un 17% en las mujeres y entre un 10% y un 20% en los varones. En general, la frecuencia de deformidades vertebrales aumentaba como es lógico con el envejecimiento, duplicándose el número de fracturados por cada diez años de edad. Cuando se comparan las tasas de fracturas vertebrales y de fémur en España con las descritas en otros países, no se observan variaciones geográficas importantes en la frecuencia de fracturas vertebrales, con la única excepción de los países escandinavos, que tienen valores superiores a los del resto de países europeos.


¿Cómo se identifica y diagnostica al paciente con osteoporosis?


Para todo diagnóstico, tiene que haber una sospecha previa. En este sentido, es importante que el médico evalúe los factores de riesgo de fractura y de masa ósea baja de forma individualizada, especialmente en las mujeres posmenopáusicas. A partir de aquí, se solicitarán las pruebas necesarias para establecer un diagnóstico adecuado. El diagnóstico de osteoporosis se basa en la medición de la densidad mineral ósea. En 1994 una comisión de expertos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) propuso determinados criterios para la definición de osteoporosis y de osteoporosis grave, que se emplean en la actualidad. Además de la identificación de los factores de riesgo de fractura y de masa ósea baja y de la realización de una densitometría ósea, es aconsejable que el médico solicite pruebas de laboratorio para descartar procesos asociados y radiografías de la columna vertebral para valorar si hay fracturas vertebrales. En cualquier caso, el médico valorará de forma individualizada la necesidad de estas pruebas complementarias.


¿Qué medidas preventivas se deben adoptar y a partir de qué edad?


Las medidas preventivas de la osteoporosis se deben adoptar en la población general a cualquier edad y a lo largo de toda la vida. Así, es aconsejable que toda la población practique ejercicio físico, tenga una adecuada exposición a la luz del Sol, abandone el consumo de tabaco y la ingesta excesiva de alcohol y que tenga una nutrición adecuada que incluya alimentos ricos en calcio. Otros elementos como el fósforo, el cinc y las vitaminas C y K, aunque participan en el metabolismo óseo en general, tienen un papel menos claro o relevante en la aparición de la osteoporosis.


¿Qué tipo de ejercicio físico es más beneficioso para prevenir la osteoporosis?


En primer lugar, es importante destacar la influencia beneficiosa del ejercicio físico a todas las edades. Es importante evitar la anteflexión del tronco, sobre todo si ya existe fragilidad ósea, pues puede aumentar el riesgo de fracturas vertebrales. Aunque no existen pautas fijas respecto a la duración y periodicidad más recomendable, se ha descrito que el ejercicio físico debe realizarse de forma periódica, por regla general tres veces a la semana. Incluso, se ha sugerido que el ejercicio físico moderado es beneficioso, de tal forma que se ha descrito que caminar un mínimo de cuatro horas a la semana se asocia a un menor riesgo de fractura de fémur.

También son recomendables los ejercicios de tonificación muscular, los estiramientos y los ejercicios de potenciación del equilibrio y coordinación, pues el ejercicio físico puede mejorar el equilibrio y el tono muscular en los individuos de edad avanzada, con un impacto beneficioso en el riesgo de caídas.


¿Por qué es importante exponerse a la luz del sol?


La principal fuente de vitamina D es la piel, donde por la acción de los rayos ultravioletas, el precursor de la vitamina en la piel se transforma en vitamina D3. Es importante conocer distintos aspectos referidos a la producción cutánea de vitamina D:

• La edad avanzada se asocia a una disminución en su producción.

• Las cremas fotoprotectoras con un factor de protección 8 (SPF 8) o superior también reducen sustancialmente la producción cutánea.

• La reclusión en el domicilio o la utilización permanente de vestidos que cubren gran parte de la superficie corporal son una causa frecuente de déficit de vitamina D. Hay otros aspectos referidos a la vitamina D que considerar. En primer lugar, a pesar de que España es un país soleado, es frecuente el déficit de vitamina D en la población femenina; y por otro lado, se debe recordar que la vitamina D es esencial para la absorción de calcio, para la correcta mineralización del tejido óseo y para mantener la masa ósea. Lo importante es lograr el equilibrio entre una exposición a la luz del sol que beneficie al esqueleto y que no repercuta en sus aspectos negativos sobre la piel.

¿Cuáles son los consejos para reducir el riesgo de caídas


• Potenciación del equilibrio y ejercicios de resistencia muscular.


¿Qué son la fibromialgia y el síndrome de fatiga crónica?


La fibromialgia (FM) y el síndrome de fatiga crónica (SFC) son dos enfermedades de causa poco conocida y curso crónico, en las que predominan el dolor osteomuscular generalizado y la fatiga con mínimos esfuerzos. Pueden llegar a afectar en gran manera la calidad de vida y las actividades cotidianas de las personas que las padecen. Aunque probablemente siempre han existido, no fueron reconocidas oficialmente por la Organización Mundial de la Salud (OMS) hasta el año 1992, y existe aún un gran desconocimiento tanto médico como social sobre ellas.

La pluralidad de síntomas con que se presentan, su distinta intensidad y características, y la ausencia de marcadores diagnósticos específicos hacen que se retrase en gran manera su diagnóstico. Además, es frecuente la confusión con otras enfermedades y la coexistencia de comorbilidad asociada, lo que conlleva dificultad adicional en su manejo evolutivo. El paciente con estas enfermedades se ve sometido frecuentemente a un largo peregrinaje, con reiteradas visitas médicas hasta su correcto diagnóstico.

La FM y el SFC son dos enfermedades aún cuestionadas y que están en evolución respecto a su conocimiento basado en la evidencia científica.


¿Cómo se define la fibromialgia?


El término fibromialgia (FM) significa dolor referido a zonas tendinosas y musculares. La FM es un síndrome clínico caracterizado por dolor crónico generalizado, no articular, que predomina en zonas musculoesqueléticas de las extremidades y en el raquis (columna vertebral), con presencia de una exagerada y extensa sensibilidad local a la presión. Esta hipersensibilidad al dolor es más manifiesta en algunos puntos predefinidos de inserción tendinosa. En la FM son también frecuentes la fatiga tanto física como neurocognitiva (conjunto de procesos neurológicos y psíquicos que conducen al conocimiento, como la percepción y el pensamiento), y los trastornos del sueño y del estado de ánimo. La fibromialgia se diagnostica clínicamente por la aplicación de unos criterios diagnósticos que estableció el Colegio Americano de Reumatología en el año 1990. Consta de dos criterios diferentes:• Un primer criterio exige la presencia de dolor crónico difuso, que debe persistir más de tres meses y afectar al menos a tres de los cuatro cuadrantes en que podemos dividir el cuerpo (desde la cintura arriba y abajo y en cada hemicuerpo).

así como para objetivar la posible coexistencia de otras enfermedades además de la FM (lo que se denomina comorbilidad). Esta enfermedad suele iniciarse con dolor de tipo neuropático central, inicialmente localizado en un área corporal concreta, pero que posteriormente se generaliza y que puede desencadenarse incluso sin estímulo que lo provoque. Finalmente, el dolor se convierte en persistente, inapropiado y dedifícil control.

Además de aplicar correctamente los criterios diagnósticos, es preciso valorar y graduar la afectación funcional a partir de la escala de medida del dolor y/o de repercusión de la capacidad funcional (escalas de impacto de fibromialgia). También es conveniente realizar una valoración psicopatológica, y especialmente valorar la coexistencia de trastornos depresivos, de ansiedad y la posible comorbilidad.


¿Cómo se define el síndrome de fatiga crónica?


La fatiga es un síntoma caracterizado por la incapacidad para mantener actividades de forma continuada, más allá de la voluntad del sujeto. Puede afectar tanto a tareas físicas como intelectuales y repercute en todos los ámbitos de actividad de la persona (laboral, personal, doméstico, de ocio e incluso sexual). Muchas veces la fatiga es reactiva a una situación de sobreesfuerzo como un ejercicio intenso, una infección intercurrente (por ejemplo, un cuadro gripal) o una situación de estrés ambiental. Cuando la fatiga dura menos de una semana se denomina aguda; cuando dura hasta un mes, persistente; y si dura más de seis meses, crónica.

El SFC es una situación clínica que cursa con fatiga de más de seis meses de duración, invalidante ante mínimos esfuerzos, de tal manera que el sujeto no puede realizar ni la mitad de las actividades que previamente hacía. La fatiga no suele presentarse sola, sino que habitualmente viene acompañada de dolor articular y muscular, cefalea, pérdida de memoria reciente o falta de concentración, alteraciones neurovegetativas como caída de la tensión arterial (hipotensión) al incorporarse, inestabilidad al andar, alteraciones del ritmo y la calidad del sueño, fiebre de escaso grado (décimas) y dolor de garganta persistente, incluso con presencia de adenopatías (inflamación de los ganglios linfáticos) cervicales. No debe tener una causa explicable ni debe asociarse a enfermedades que de por sí ya cursan con fatiga (por ejemplo, una anemia). El SFC produce una marcada discapacidad funcional en el paciente. Otra característica habitual en el SFC es que el descanso no es reparador y que un sobreesfuerzo físico o mental mínimo produce una intensa fatiga que tarda más de veinticuatro horas en mejorar.

El SFC se diagnostica también por la aplicación de criterios clínicos consensuados internacionalmente. Los actualmente vigentes son los denominados Criterios de Fukuda, que fueron establecidos en el Centro de Diagnóstico y Tratamiento de Enfermedades de Atlanta (EE. UU.) en 1998. En estos criterios se establece que la presencia de fatiga afecte a más del 50% de las actividades globales del paciente; que sea crónica (más de seis meses) de forma persistente u oscilante; que no sea debida a factores precipitantes (sobreesfuerzo, falta de sueño); que no mejore con el reposo y que no sea explicable, es decir, que no se acompañe de otras enfermedades que cursen por sí mismas con fatiga. Además, el paciente debe tener al menos cuatro de los siguientes síntomas acompañantes, todos ellos de nuevo inicio junto con la fatiga:

• trastornos de concentración o memoria reciente

• odinofagia (dolor al tragar)

• crecimiento de los ganglios linfáticos cervicales o axilares dolorosos (adenopatías)

• mialgias (dolores musculares)

• artralgias (dolores en las articulaciones) difusas sin signos inflamatorios

• cefalea

• trastorno del sueño

• malestar posesfuerzo, de duración superior a veinticuatro horas.

No existe ningún marcador analítico ni pruebas de imagen o complementarias que sean patognomónicas (particulares de una enfermedad) de esta dolencia. El SFC ha de diferenciarse de otras enfermedades que también cursan con fatiga, sobre todo las infecciones persistentes, los tumores, la anemia, algunas enfermedades endocrinológicas como el hipotiroidismo, la obesidad mórbida, enfermedades autoinmunes como el lupus eritematoso sistémico y neurológicas como la esclerosis múltiple. Es necesario realizar siempre una valoración psiquiátrica para descartar la presencia de una depresión mayor o de trastorno por ansiedad. En el caso de que existiera una enfermedad que curse con fatiga (por ejemplo, una anemia), ésta se consideraría de causa secundaria a la enfermedad principal, sin configurar un auténtico SFC. La valoración global de los síntomas en el SFC se puede realizar mediante escalas de impacto de fatiga, o con una valoración global de la calidad de vida o de las actividades cotidianas.

En el SFC también es imprescindible graduar la intensidad de la afectación y valorar la presencia de comorbilidad.

¿La fibromialgia y la fatiga crónica son una misma enfermedad?


Actualmente no se puede contestar de una manera categórica a esta pregunta. La FM y el SFC son enfermedades claramente relacionadas, en las que existe hasta un 70% de superposición de síntomas comunes. Sin embargo, los criterios de definición de caso, que permiten su diagnóstico, son diferentes. En cada enfermedad hay que aplicar los criterios diagnósticos específicos. En la fibromialgia predomina el trastorno crónico por dolor difuso, y en el SFC, la fatiga invalidante de causa no explicada. La falta de marcadores analíticos o bioquímicos específicos para cada una de esas enfermedades no permiten progresar más allá en las comparaciones o equivalencias. Sin embargo, el perfil de caso de cada enfermedad es un poco diferente. En la FM el perfil típico es el de una mujer de entre 45 y 55 años de edad, en situación perimenopáusica, de clase social media o baja, que ha ido presentando un proceso inicial de dolor local persistente, que posteriormente se ha generalizado y descontrolado. En la FM la prevalencia de afectación de mujeres es mucho mayor que en el SFC, en una proporción de veinte a una en algunas series. En el SFC el inicio de la enfermedad se produce de manera aguda en personas previamente sanas, de clase media-alta, entre la segunda y cuarta décadas de la vida. Afecta más a personas con patrón de conducta tipo A, es decir, muy activas, sobreocupadas y autoexigentes. En la FM no existe la afectación de tipo inflamatorio que se da en el SFC (febrícula, odinofagia, adenopatías laterocervicales). Sin embargo, a lo largo de la evolución clínica, es muy frecuente que coexistan síntomas de ambas enfermedades.

El grado de superposición entre FM y SFC a los cinco años del diagnóstico llega al 70%. Ello induce a replantearse si no se trata de dos aspectos diferentes de la misma enfermedad. Sólo la presencia de marcadores específicos de cada una de ellas permitirá dilucidar si se trata de la misma enfermedad con dos expresiones clínicas distintas o de dos enfermedades distintas que comparten algunos síntomas comunes.


¿A cuántas personas afectan estas enfermedades?


Existen pocos estudios epidemiológicos tanto de FM como de SFC que constaten su frecuencia en la población general de nuestro país. Por ello, hay que realizar proyecciones desde estudios realizados en otras poblaciones. En general, se calcula que la prevalencia de estas enfermedades en la población general es aproximadamente del 0,5% en el SFC y del 2,7% en la FM. El SFC se presenta habitualmente en adultos jóvenes de entre 20 y 40 años, con predominio del sexo femenino unas cinco veces más que en el masculino. Cabe destacar que es posible la presentación en la infancia, aunque con una frecuencia mucho menor que en la edad adulta. A partir de la adolescencia se empieza a igualar la prevalencia de SFC con la que existe en el adulto. También es destacable la escasa o casi nula presentación de esa enfermedad a partir de los 60 años, lo que hace pensar en una base inflamatoria o autoinmune, que suele disminuir en intensidad con la edad.

Existen algunos grupos de población que tienen una mayor incidencia de estas enfermedades. Es curiosa la mayor incidencia de FM-SFC entre el personal sanitario o con actividades de relación pública o social, o con elevada movilidad geográfica. En algunos núcleos de población con evidencia de contaminación ambiental elevada, su prevalencia aumenta. Este hecho hace sospechar la posible implicación epidemiológica de los virus y factores tóxicos o ambientales en su desencadenamiento. En más de la mitad de casos de SFC se puede constatar la presencia de una enfermedad infecciosa aguda que inicia el cuadro. Igual sucede en la FM con factores que desencadenan dolor local, como un traumatismo, un latigazo cervical o una hernia discal.


¿Por qué se producen estas enfermedades?


Tanto el origen preciso como los mecanismos de producción de la FM y del SFC son actualmente poco conocidos. Ambas enfermedades siguen un modelo de desarrollo cronológico similar (véase figura 2), en el que se pueden observar los siguientes elementos:

1. Factores de predisposición, que hacen más susceptible a la persona afecta.

2. Factores desencadenantes, que inician la enfermedad.

3. Factores de mantenimiento, que pueden además irse añadiendo a los factores iniciales.

Entre los factores de predisposición se han descrito diferentes polimorfismos genéticos que incrementan la susceptibilidad al desarrollo de estas enfermedades. Así se sabe que el sexo femenino es mucho más proclive que el masculino a su desarrollo, sin que exista una explicación clara de este hecho. Es posible que la presencia de actividad estrogénica sensibilice las zonas receptoras centrales a notar más dolor y más sensación de fatiga ante una misma situación. De hecho, existe una clara agregación familiar en estas enfermedades.

Aproximadamente la mitad de pacientes con SFC refieren tener algún familiar afecto de una enfermedad inflamatoria o inmunológica semejante. La ausencia de ejercicio físico regular y la presencia de hiperlaxitud ligamentosa (los ligamentos se estiran más de lo normal) se han descrito también como factores de predisposición en las dos enfermedades. Sobre estos factores de predisposición incidirían los factores de desencadenamiento que actuarían como catalizadores para el inicio sintomático de la enfermedad. Los factores de desencadenamiento más frecuentes, presentes en más de la mitad de casos de SFC, son las infecciones víricas. Los virus más implicados son el virus de Epstein-Barr, el citomegalovirus y el herpesvirus tipo 6. También algunas bacterias como Chlamydia y Mycoplasma pueden desarrollarlo. Se trata de gérmenes capaces de persistir en el organismo del paciente de forma crónica o incluso permanente, llegando a integrarse hasta en el genoma (conjunto de los genes de los cromosomas) celular de las células musculares o del sistema nervioso de los pacientes. Se les ha denominado gérmenes defectivos, ya que no siguen un ciclo normal de exposición y eliminación del organismo; persisten y alteran el funcionamiento energético y metabólico celular del paciente. Además, algunos factores tóxicos como la exposición persistente a elevadas concentraciones de insecticidas, disolventes o hidrocarburos también pueden desencadenar la enfermedad. Asimismo, las situaciones de hipersensibilidad ambiental como la hipersensibilidad química múltiple o el síndrome del edificio enfermo pueden contribuir al desencadenamiento de la dolencia. Finalmente, se reconocen también factores psicológicos como el de privación del sueño y las situaciones de estrés intenso (mobbing, estrés postraumático) que se acepta que pueden favorecer el inicio de la enfermedad. En la FM los traumatismos previos (latigazo cervical, fracturas múltiples) y las causas persistentes de dolor local (hernia discal, artritis crónica) son factores de predisposición para generalizar el dolor y desarrollar FM. Por esto es frecuente que la FM coexista con otras enfermedades reumáticas (artrosis, artritis reumatoide, hernias discales). En la base molecular de la enfermedad se constata la alteración de neurotransmisores (dopamina, noradrenalina, acetilcolina, serotonina) en el sistema nervioso existen también factores de mantenimiento que favorecen su mejor o peor desarrollo. Los factores ambientales que producen estrés, la falta de adaptación a la enfermedad, la comorbilidad psiquiátrica y el patrón de conducta tipo A, con elevada responsabilidad, autoexigencia e inmediatez en la toma de decisiones, serían factores de peor pronóstico evolutivo.

¿Todos los pacientes con síndrome de fatiga crónica y fibromialgia presentan los mismos síntomas?


No todos presentan los mismos síntomas, aunque, ciertamente, pueden compartir numerosa sintomatología. Es importante en estos pacientes no sólo realizar un tratamiento correcto, sino establecer una estratificación de la intensidad de sus síntomas y valorar las manifestaciones asociadas que presentan, la llamada comorbilidad. La intensidad de los síntomas se puede graduar con escalas semicuantitativas que aproximan el impacto tanto de la fatiga como del dolor. Se pueden valorar aspectos concretos como los trastornos del sueño, el grado de ansiedad y el de depresión. Más importante aún es evidenciar la repercusión que la fatiga y el dolor tienen sobre la calidad de vida de los pacientes y las actividades de la vida cotidiana. En este sentido, se ha propuesto utilizar los cuestionarios de calidad de vida como el SF-36 o el de actividades de vida cotidiana (HAQ). Ello para tener una idea del porcentaje de afectación global o de áreas concretas y compararlas con datos de otros pacientes y con otras enfermedades. En este sentido, el grado de afectación global de los pacientes con

FM-SFC supera en gravedad al de otras enfermedades que en apariencia resultan más invalidantes, como la artritis reumatoide o el cáncer. Sin embargo, en la FM-SFC no se ha descrito una mayor mortalidad en ninguna esfera evaluada (cardiovascular, neoplasias). En la tabla 1 se describe la clasificación por grados del síndrome de fatiga crónica. Es destacable que los pacientes que se inician en un grado leve de la enfermedad (grados I-II) suelen mantenerse, con leves oscilaciones, en un mismo nivel de afectación. Igual sucede con los que muestran al inicio grados más importantes (grados III-IV), que persisten en este estadio de la enfermedad.


Hernia de Hiato

¿Puedo practicar el Método Pilates padeciendo hernia de hiato?


Los alimentos que ingerimos, pasan a través de un tubo llamado esófago, situado en el tórax, este tiene una presión negativa respecto al abdomen, mientras este ejerce una presión positiva. Como consecuencia de la diferencia de presiones, las vísceras y los jugos gástricos que hay en el abdomen tienden a pasar al tórax para equilibrar presión. Cuando el esfínter esofágico inferior, que mantiene el paso cerrado, pierde su tono, se abre la unión entre el esófago y el estómago, lo que permite que los ácidos asciendan del estómago al esófago, quemándolo y produciendo los síntomas descritos, por tal motivo se produce la hernia de estómago (hernia de hiato) que consiste en que parte del estómago pasa a través del hiato al tórax. La hernia de hiato o de estómago es la primera causa del reflujo gástrico-esofágico.

El Método Pilates, practicado no justo después de comer, está recomendado y nos ayudará, sobre todo para fortalecer los músculos abdominales, practicar la relajación y evitar el estrés (ya que el estrés genera ácido gástrico aunque no hayamos comido nada), lo cual puede provocar más molestias y daño en el estómago y el esófagoteniendo en cuenta que el diafragma está comprometido en esta condición, practicar ejercicios de respiración ayudan a calmar las contracturas en este nivel.
Sin embargo, hay que evitar realizar ejercicio físico demasiado intenso pues puede favorecer también la producción de ácido gástrico.